El puente se inauguró el 1 de julio de 1940 y, gracias a su longitud, se convirtió en el tercer mayor puente del mundo (por detrás del puente de Washington de Nueva York y el Golden Gate de San Francisco). Desde que se inauguró y se abrió al tráfico, los habitantes de la zona veían cómo el puente se deformaba y se ondulaba de un extremo a otro mientras los coches pasaban o porque, simplemente, soplase una pequeña brisa.
Los ingenieros responsables del proyecto aseguraron que el movimiento longitudinal no afectaba a la estructura del puente y éste siguió abierto al tráfico rodado (y a los más valientes); sin embargo esta predicción no tardaría mucho en venirse abajo (literalmente).
El 7 de noviembre de 1940 entró en escena un factor que no había sido tenido en cuenta en el diseño del puente. Comenzó a soplar un viento que impactaba de manera transversal en la estructura del puente, un viento de 68 kilómetros por hora que provocó una nueva resonancia en el puente (de orientación transversal) que hacía que éste se retorciese. El eje central del puente permanecía quieto y los dos lados de la carretera se retorcían sin parar por efecto del viento que soplaba (que era de intensidad media), en un fenómeno conocido como flameo aeroelástico. A las 11 de la mañana, después de todas las torsiones, el puente se vino abajo por completo, quedando únicamente en pie los pilares de éste.
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