jueves, 10 de julio de 2014

Neuroeducador: ¿Un nuevo perfil profesional?



Hoy ya no es razonable albergar dudas sobre los progresos de la neurociencia, que permiten analizar en profundidad los componentes cerebrales y conductuales de la educación:

la emoción,

la curiosidad,

la atención y

la cognición.


Hasta hace muy poco, las teorías acerca de cómo se aprende se basaban, en su mayor parte, en observaciones de la conducta. Y es solo ahora cuando los educadores han comenzado a tomarse en serio el papel trascendental del cerebro en esos procesos de aprendizaje.

Los profesores se enfrentan a la necesidad de encontrar técnicas nuevas, capaces de despertar la atención de un niño normal , o de dar la clase de una materia específica en el tiempo cerebral que un niño de una determinada edad necesita para mantener la atención. Y asimismo para ser capaces de detectar los diversos tipos de trastornos y síntomas sutiles que afectan al proceso normal de la educación y el aprendizaje.

Hay algunas situaciones problemáticas que siempre han supuesto una limitación a la hora de decidir la metodología más operativa para enseñar tanto a niños con déficit cognitivos como a superdotados para lograr que desarrollen talentos ejecutivos que favorezcan en el futuro su desempeño profesional y social.

Los profesores han de encontrar la forma de relacionar el background cerebral con las diferencias individuales y la subjetividad del alumno. Los avances en neurociencia están proporcionando una vía de abordaje a viejas cuestiones desde un nuevo paradigma.




Pero la mayoría de los educadores está lejos de entender la jerga de los neurocientíficos y, en consecuencia, no suele captar con rigor la esencia de cuanto se puede extraer de esos nuevos conocimientos. Por ello, se plantea la necesidad de que esa transmisión de conocimientos del científico al profesor de cualquier disciplina (sea universitaria o profesional, pero alejada de la Neurociencia), sea asumida por profesionales que conociendo bien la neurociencia, sean capaces de transmitir estos conocimientos a los maestros o profesores.

Surge así la figura de un nuevo profesional que el Dr Francisco Mora bautiza como neuroeducador. Sería una persona entrenada con una perspectiva interdisciplinar, capaz de hacer de puente entre el conocimiento del cerebro y el funcionamiento práctico de los procesos de enseñanza y aprendizaje a cargo de los profesores, facilitando a estos últimos la comprensión de los avances de la neurociencia directamente aplicables al aula.

Su función sería la de consultor, se trataría de alguien que entienda bien no solo la rutina diaria de la enseñanza, sino también, de alguna manera, alguien capaz de ayudar a crear programas nuevos o de investigación para detectar y diagnosticar mejor los incidentes críticos más habituales. Estamos en el ámbito de los problemas de atención, la dislexia, la discalculia, trastornos de ansiedad y del desarrollo pero también de las capacidades superiores o extraordinarias.

En este contexto, el neuroeducador sería un especialista capaz de leer y criticar correctamente los conocimientos básicos provenientes de la neurociencia, y con ello evaluar y criticar los programas que, con frecuencia, se ofrecen a los centros prometiéndoles falsos beneficios de la aplicación de la neurociencia en las aulas.

Algunos interrogantes a trabajar :

¿ Por qué la interacción social temprana es un catalizador del aprendizaje?

¿Qué factores sociales son claves para potenciar la curiosidad natural de los niños hacia la gente y las cosas que te rodean?

Se trata de pensar en una nueva ciencia del aprendizaje que requeriría profesionales con formación en educación, psicología, neuropsicología, neurología y medicina. El neuroeducador en el futuro, y por su repercusión social, y particularmente en los colegios, bien podría ser una profesión de alto calado. Una profesión que requerirá un entrenamiento constante y actualizado de los conocimientos que se alcanzan en las neurociencias y se proyecta sobre la educación. Son conocimientos especializados que ahora asoman de modo acelerado en las sociedades modernas.

Ahora mismo ya se vislumbra una convergencia de descubrimientos en psicología, neurociencia y robótica (robots con capacidad de aprender) que lleva a la idea de que pronto ocurrirán cambios profundos en las teorías educacionales actuales que alumbrarán nuevos diseños aplicables al medio ambiente en el que aprenden los niños.





Uno de ellos es la poderosa influencia de todo lo social como llave para aprender bien. Muchos especialistas ya se están preguntando ¿Qué hace que la interacción social, emocional, a edades muy tempranas sea un catalizador tan poderoso para el aprendizaje? ¿Qué factores sociales son los elementos claves que podrían utilizarse para potenciar la curiosidad natural de los niños hacia la gente y las cosas que le rodean?

El neuroeducador deberá tener un conocimiento completo de:

La anatomía humana y la neurobiología básica.

Conocimientos de psicología, neurología y neuropsicología

Bases de neurofisiología clínica para detectar los síntomas de las principales enfermedades, síndromes o lesiones cerebrales que afectan a los niños

Conocimiento de la estructura del lenguaje y la comunicación verbal además de los componentes emocionales (empatía)

Conocimientos sobre desarrollo de la personalidad normal y patológica que facilite detectar problemas psicológicos en los conflictos que puedan surgir en la relación con los compañeros o profesores.

La neuroeducación se presenta como un campo nuevo para la educación y la enseñanza que todavía alberga más preguntas que respuestas, lo “neuro” es un campo en expansión tanto en la extensión de sus límites como en la profundización de sus contenidos.


(1)Francisco Mora es catedrático de Fisiología Humana (Universidad Complutense) y catedrático adscrito de Fisiología Molecular y Biofísica (Universidad de Iowa, EEUU).



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