El ácido cítrico que se encuentra en todas las frutas cítricas y sus jugos juegan un papel crítico en el proceso alcalinizante del pH. Estas frutas no acidifican como ordinariamente se cree. Esto sucede porque al descomponerse el ácido cítrico en agua y anhídrido carbónico, este último pasa al torrente circulatorio sanguíneo y se mezcla con otras sustancias alcalinas, también en suspensión en el flujo sanguíneo, como son el calcio, el magnesio, el potasio, el sodio, etc., dando pie a la formación de los carbonatos, que son sales muy alcalinas. Estos carbonatos participan en la eliminación expedita de los residuos metabólicos como son el ácido úrico y otros residuos metabólicos, reduciendo así la acidez excesiva del pH.
Un organismo crónicamente acidificado tiende a desarrollar enfermedades degenerativas como lo son: obesidad, diabetes, úlceras gástricas y duodenales, artritis, hernias y todo el espectro de la problemática cardiovascular. Por lo mismo, la primer estrategia curativa es alcalinizarlo. Esta alcalinización se lleva a cabo con la ingesta en dosis altas de cítricos.
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