sábado, 30 de abril de 2016

LOS TRES HERMANOS



Tres hermanos se dedicaban a la mendicidad. Vagabundeaban de una ciudad a otra y dormían donde la noche les encontraba. Hacía mucho tiempo que llevaban esta vida insegura y errante y ya estaban cansados de ella.


Una noche, mientras cenaban algo en las afueras de un pueblo, se les acercó un anciano y les pidió permiso para sentarse con ellos. Al conocer su vida de mendigos, les dijo:

—Precisamente estaba buscando gente como vosotros. Resulta que tengo un campo aquí cerca. Lo heredé de mi padre el cual, antes de morir, me dijo que guardaba un tesoro. En mi juventud me dediqué a divertirme y ahora, aunque quisiera, ya no puedo ponerme a buscar ese tesoro, porque soy demasiado viejo. No tengo familia, pronto moriré, y el tesoro quedará escondido para siempre. Como vosotros sois jóvenes, podéis aprovechar esta oportunidad: os regalo el campo, a condición de que empecéis a buscar el tesoro inmediatamente.

Los tres hermanos, locos de alegría, aceptaron sin rechistar. Por la mañana, el viejo los llevó al campo, les deseó suerte, y se marchó. Ellos empezaron a cavar con entusiasmo. Era un campo grande, y la tierra estaba muy dura, llena de piedras y malas hierbas, así que el trabajo era agotador.

Un día, el hermano mayor tiró la azada y dijo que ya no aguantaba más, que se marchaba. Los otros dos siguieron cavando. Iban ya por las dos terceras partes del trabajo cuando el segundo hermano también se rindió, diciendo que el viejo les había engañado, que allí no había ningún tesoro, que el invierno era muy duro y que se marchaba. El hermano pequeño decidió seguir, confiando en la palabra del viejo.

Pasó el tiempo, llegó la primavera y el hermano pequeño seguía cavando. Cuando el trabajo estuvo terminado, era mayo, y el joven había ya olvidado el objeto de su trabajo. Pero el viento de marzo había depositado en el campo removido miles de semillas que, con las lluvias de abril, germinaron en aquella rica tierra labrada durante todo el año, y que a su debido tiempo, le procuró al joven una abundante cosecha.

El hermano menor había encontrado por fin el tesoro que el campo guardaba. Un tesoro inagotable, que debidamente cuidado por el joven, le duró toda su vida.

- Los cuentos del peregrino



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